viernes, 4 de julio de 2008

Historias de Alumnos III

Poesías de Vinilo

Una estantería de unos abuelos, que al no encontrar un Lugar adecuado en esa casa en construcción de Pasaje Estrada 263, fue a parar a mi cuarto de paredes vírgenes y gris cemento.

Esa estantería, que en su tiempo había albergado alguna colección de adornos europeos que ahora yacían sin honor en el basural municipal, era hogar de unos flamantes Long Play de Sui Generis que mi viejo no pudo ni quiso nunca regalar pese a los intentos de mi madre que los consideraba objetos antiestéticos contrarios al arte o la moda correspondiente de una casa moderna y de una adolescencia tan ajena como perdida. Finalmente por un capricho juvenil o una mirada irónica del destino habían ido a parar a la segunda repisa del cuarto de un pendejo de 5 años el cual nunca podría escucharlos en un viejo toca discos averiado ni mucho menos comprenderlos usando una mente tan infantil como nueva.

A pesar de todo lo expuesto nunca se me privo de disfrutarlos. Con el fin del primer grado y la lectura a mi alcance, esas letras sin sentido se trasformaron suave y lentamente como cambia el monótono rumor del mar al golpear las rocas con fuerza, en palabras como “canción para mi muerte”, esos versos no sonaban en algún reproductor sino en una mente joven con su propia rítmica y musicalidad olvidando por completo las expectativas metafóricas de un autor tan lejano y desconocido. Dominado solamente por la voz de un narrador imaginario creado por mi, un pendejo de 6 años.

Los años junto con la vida tragaron con orgullo a esas lecturas de rutina y con la llegada del tan esperado CD “Confesiones de Invierno” junto con nuestra primera computadora que por primera vez escapaba del agobiante ámbito laboral para entrar en el relajante circulo familiar. A pesar de su vejes, junto con sus parlantes cumplía la tan básica pero fundamental necesidad de emitir esas imágenes que se encontraban con mis oídos para generar una melodía armónica y precisa. Después de tiempo en espera esos antiguos versos gastados brillaban bajo una nueva alma. No solo la poesía de las canciones gritaba con pasión sus verdades sino que sobre todo ese sin sentido golpeteaba un tambor seguido de una cuerda eléctrica. Yo ya tenía 10 años y una historia de ruidos y sonidos en el camino.


David Eguia Pohle 6 TIC "A"

No hay comentarios: